Dirigida por Darren Aronofsky, Black Swan es un thriller psicológico protagonizado por Natalie Portman, Mila Kunis y Vincent Cassel, en los papeles de dos bailarinas de ballet y un coreógrafo, respectivamente; para una producción de El lago de los cisnes, en la ciudad de Nueva York.
El film de Aronofsky inicia con las imágenes de un sueño. Se trata de Nina (Portman), en el rol del cisne blanco, ejecutando una danza frenética en la que intenta librarse de un ave monstruosa que le acosa y persigue. El sueño de Nina, tal y como ella misma lo explica, corresponde al prólogo del clásico ballet en el que Rothbard, el mago búho, lanza su hechizo sobre la princesa Odette. Recordemos en qué consiste el conjuro: Odette, al entrar por error en los dominios de Rothbard, es secuestrada por éste y condenada a asumir la forma de cisne durante el día. Sólo después de la media noche, recupera su forma humana. Pero si durante las horas nocturnas alguien le jura amor eterno, el hechizo se rompe y ella regresará a su forma original de bella y joven princesa.
“Todos conocemos la historia -dice Thomas (Cassel) a su compañía– pequeña niña, virgen, pura y dulce, atrapada en el cuerpo de un cisne. Desea libertad, pero sólo el amor verdadero romperá el hechizo. Su deseo es casi concedido en la forma de un príncipe. Pero, antes de que éste pueda declarar su amor, su gemela lujuriosa, el cisne negro, lo engaña y seduce. Devastada, el cisne blanco salta de un precipicio, matándose. Y en la muerte encuentra la libertad”
Así resume el argumento del célebre ballet, con música de Tchaikovsky y coreografía original de Marius Petipa, cuya versión completa fue estrenada en Moscú, en 1877. Si bien la obra se ha representado hasta el hartazgo; en esta ocasión, Thomas quiere introducir una variante: que ambos cisnes sean interpretados por la misma bailarina. Este es el detonante de los eventos que le darán forma a la trama del film. A partir de este momento, Nina deberá librar una doble batalla: frente a sus compañeras, condensadas en Lily (Kunis), y contra sus propios demonios.
Tanto la obra de Petipa como la de Aronofsky abordan la lucha entre el bien y el mal. Petipa, por ejemplo, nos la muestra a través del enfrentamiento entre un inocente cisne blanco y su malvado gemelo negro. En cambio, Black Swan va un poco más allá y escenifica esa lucha en el interior del alma humana. El rol de héroes y villanos de la obra de Petipá, es asumido en Black Swan por los ángeles y demonios internos de Nina. Este film es la escenificación de la naturaleza humana en toda su diversidad y complejidad.
Pero, ¿Quién es Nina? La bailarina más dedicada de la compañía, la inocente y angelical niña de movimientos perfectos. Aún vive con su madre, una exbailarina que no pudo concretar el sueño de ser estrella debido a su embarazo. Por lo tanto, ahora es la principal tutora de su hija y cuida sus pasos celosamente. Sometida al rígido control materno, Nina, a sus 28 años de edad, vive como si todavía fuese una niña, en un dormitorio plagado de muñecos y sábanas color rosa.
Nina está atrapada en el sueño de su madre, condenada a terminar la carrera inconclusa de ésta. El resultado es una Nina parcial, incompleta, de la que los demás sólo ven lo que su madre les ha permitido ver. ¿El resto? Aunque rezagado, no es del todo oculto. Hay cosas que no se pueden extinguir, y lo reprimido aflorar en el cuerpo transformado en síntoma. Si algo enseña la danza, y en eso parece estar de acuerdo Aronofsky, es que el cuerpo nunca miente; es por eso que el salpullido en la piel de la protagonista no es un signo gratuito.
Nina está atrapada en el sueño de su madre, condenada a terminar la carrera inconclusa de ésta. El resultado es una Nina parcial, incompleta, de la que los demás sólo ven lo que su madre les ha permitido ver. ¿El resto? Aunque rezagado, no es del todo oculto. Hay cosas que no se pueden extinguir, y lo reprimido aflorar en el cuerpo transformado en síntoma. Si algo enseña la danza, y en eso parece estar de acuerdo Aronofsky, es que el cuerpo nunca miente; es por eso que el salpullido en la piel de la protagonista no es un signo gratuito.
Thomas es el Rothbard de este film, el mago que, al igual que en el clásico ballet, pugna por lograr que el cisne negro entre en escena. Es él quien, en la obra de Petipa, lleva el cisne negro a la fiesta del príncipe y lo hace pasar por Odette. Para Thomas, Nina no es más que una niña frígida, un cadáver duro y frío. Poco le interesa su depurada técnica o su férrea disciplina; para él, la perfección no se trata sólo de control, se trata también de relajarse, entregarse y trascender la técnica. “¡No tan controlada, seduce!”, le grita en los ensayos. Quiere ver pasión, ira y sensualidad emanando de cada movimiento,y es por eso que la insta y presiona para que deje salir el lado malvado y pecaminoso que todos llevamos dentro, nuestro cisne negro.
Thomas sabe de la existencia de esa otra faceta, que, aunque escondida, lucha por hacerse visible. Pero, a diferencia de la obra de Petipa, no será el amor el que le brinde la anhelada libertad a su cisne negro, sino el deseo. Es por eso que Thomas reta a Nina: “eres débil y cobarde, libérate; la única persona en tu camino eres tú, es hora de dejarla ir”. Y, luego, le enseña que el cuerpo puede ser un camino: “tengo una tarea para ti: ve a casa y tócate, disfruta del sexo, vive la vida”.
En efecto, el papel del amor en este film es uno muy distinto al que propone la pieza de ballet original. Por lo menos aquí se plantea desligada de la idea de eternidad, tan común en los cuentos de hadas. Si algo deja expuesto Aronofsky es el carácter efímero de los vínculos humanos. El film nos muestra cómo la aparente fortaleza de los lazos entre madre e hija se resquebraja y el vínculo entre Nina y Thomas se basa más en la pasión y el deseo que en una apacible relación de los esposos que aspiran a envejecer juntos. En esta película el deseo es ley, se desborda y rige por postulados hedonistas: no privarse de placer alguno. Entonces comer, trasnocharse y hasta masturbarse resulta una práctica bienvenida. Sí, Thomas, al igual que Rothbard, logra colar al cisne negro en la fiesta, vía el cuerpo.
Retomemos el argumento, y no olvidemos que, justo en el tercer acto, en pleno cumpleaños del príncipe, Rothbard se presenta disfrazado, y, con él, viene su hija, Odile, quien también se hace pasar por algo que no es; por Odette, para engañar al príncipe. Éste, convencido de que ella es su amada, le declara su amor. El príncipe rompe su juramento y, al darse cuenta del engaño, corre en busca de Odette, desesperado y confuso. Esta misma confusión enmarca gran parte de Black Swan. El límite entre lo real y lo ficticio se hace cada vez menos claro a medida que transcurren las escenas. Por momentos, el espectador se siente igual que el príncipe en la obra de Petipa, igual que Nina en la de Aronofsky.
Los esfuerzos de Thomas, tal y como ocurriera con Rothbard, dan sus frutos, y la metamorfosis de Nina en su malvada gemela poco a poco empieza a notarse. Nina se revela frente a su madre y rompe la ballerinita en que la ha convertido. Ahora, se permite ciertas licencias, como las drogas, el licor, el disfrute del sexo y la vida nocturna. La palabras de una maestra de ballet, mientras le enseña la variación del cisne negro, “Una fuerza malvada te está atrayendo y no puedes escapar, está fuera de tu control”, resume este momento. Y una vez más, dicha transformación se evidencia en el cuerpo mismo. Somos testigos de la metamorfosis no sólo psicológica sino física de Nina, vemos las plumas saliendo de su piel, su cuello alargarse y sus piernas retorcerse.
¿Y Lily? Ella representa la pasión, ira y sensualidad que Thomas quisiera ver en Nina. Por lo tanto, constituye un modelo, pero al mismo tiempo el principal rival de Nina. Sentimientos encontrados de atracción y repulsión hacen que en la protagonista la tensión interna sea cada vez más notoria y refuercen la perdida de límites entre lo real y lo ficticio. Nina ve reflejado en Lily todo aquello que durante años ha mantenido oculto dentro de sí y que ahora pugna por salir. Ella no exhibe una impecable técnica, pero sí es natural, espontánea y seductora; es decir, es libertad pura, lo que supone, por supuesto, una seria amenaza para la protagonista y un progresivo aumento de la rivalidad a medida que se acerca el gran día del estreno.
Al final, Thomas cumple la promesa que le hiciera a su compañía al inicio de temporada: revivir al cisne negro, hacerlo visceral y real. Después de matar a la niña que la ha habitado, la Nina reprimida sale a escena transformada en maldad pura, en cisne negro. Con la muerte del cisne blanco, su gemela es finalmente libre para expresarse a plenitud. La paradoja es que si bien la coexistencia de ambos es imposible, sus vidas por separado también lo son. Se trata de las dos caras de una misma moneda; dos fuerzas antagonistas que necesariamente deben convivir, pero que, al mismo tiempo, buscan extinguirse. Es por eso que el trozo de vidrio que Nina incrusta en su abdomen no solo mata a la princesita que lleva dentro, mata todo lo que en ella es humano, lo bueno y lo malo, lo angelical y lo pecaminoso, a Odette y a Odile. A Nina, el cisne negro le trajo la muerte, pero también la anhelada perfección: “lo sentí, fue perfecto, fui perfecta”.
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